viernes, 20 de enero de 2012

Las puertas del cielo


Aquí estaba, al fin, el secreto de la vida perdurable,
junto al tronco centenario de esta encina,
en los charcos de luz y sombra mecidos por su tupido ramaje
donde las avispas celebraban sus festines
con los restos del pescado.

Y en aquellas risas, su secreto.
En las tardes , largas tardes de descapotar almendras
en la compañía amable de una radio.
En los goces y sabores de un puchero,
bajo la enramada, en las horas nocturnas a la luz de un quinqué.

Hoy, andando entres sus ruinas,
pisando sus suelos despoblados batidos por la maleza,
asomándome a las ventanas de forjados corroídos por la intemperie,
evoco las parras altivas cuajadas de racimos,
de lujuriosos pámpanos entre los que verdeaba la luz
como chorros de oro fino.

Nunca imaginamos que el cielo pudiese estar tan cerca,
que pudiera abrirse con una sonrisa, con un canto,
con una coplilla vana e intrascendente.

Y me regocija saber que no todo se ha ído,
que me quedó el pincel del verbo y la palabra,
y la noche larga en que soñarlo.

No hay comentarios: